43. Coloquialismos, robots y falsificadores
Cuando uno que ha sido amamantado en las ubres del usted, del usted casi servil, escucha semejantes expresiones es afectado en su cerebelo por un cortocircuito de desagrado producto del acopio consuetudinario, un cortocircuito que interacciona con el cuerpo entero para defenderse de semejante agresión a la lengua de Cervantes, Delibes y del mismísimo Juan Ruiz –el de Hita-.
Lo de “la burrada” de gigas que me ibais a dar no hacía falta porque sólo te he preguntado por la nueva promoción y me bastaba con un sinónimo de muchos y, también, aquello de “petarlo este verano” tampoco hacía falta, es más siguiendo con tu línea argumental –pensé-, como te escuchen te “crujen”, no había necesidad de hablar así amigo, vamos digo yo que soy y sé… y sin embargo, ha sido de las pocas veces que he hablado con alguien al teléfono y me he reído con él, y es harto difícil sacar una sonrisa a mi persona estando en rol cliente, “soltando la pastora” ya que estamos en jerga trianera, por lo demás mi amigo fue proactivo, se adelantó, me informó de todo lo concerniente a la promoción y comprobó si la tenía activa, sin yo decir nada, hizo, entiendo, lo que tenía que hacer de una manera agradable, muy agradable, y claro es indiscutible que se saltó a la torera la ortodoxia pero el resultado era correcto y lo más importante, yo estaba satisfecho, entonces a qué tanta historia con hablar en lo que se llama lengua estándar, ni que tuviera la R.A.E. que imponer un ítem a nuestros protocolos de Calidad –si al menos fuera el María Moliner pero la R.A.E. no-, los patrones de calidad no los siguió pero fue eficaz, informó con rapidez, emanaba seguridad y los coloquialismos estaban bien ubicados en el transcurrir de nuestro diálogo.
Los años me han producido un hartazgo de lo encorsetado, porque yo también defendí el procedimiento hasta en las comas, de eso podrían dar fe mis gentes de Back Office, y me terminó aburriendo como supongo a los clientes ese desprendimiento Isabelino, sin dejar de reconocer que una cosa es lo escrito y otra lo hablado. Entre las actitudes encorsetadas hay dos que detesto profundamente y son esas que denominó del robot y del falsificador.
- La
actitud del robot
es esa en que el agente tiene tan poco margen para
expresarse con libertad que parece un androide educado en uno de esos mundos de
Asimov, una especie de Mulo en las Fundaciones –loado sea Don Isaac-, el agente
trabaja con un argumentario tan estricto que es omniabarcador, un guion que incluye
fórmulas de cortesía, desvíos argumentales, qué hacer si sí y qué hacer si no, incluso
cuando reír o asentir, no es que se le marque unas pautas, no es que se
vertebre la conversación es simplemente que tener a una persona o tener a un robot
ilustrado es indiferente, y claro o eres muy buen actor o al cliente no el trasmites
ninguna cercanía y por ende seguridad, estás muy alejado, incluso se atisba
hasta un tono metálico en tu voz, me recuerda esta actitud a esos comics de
Spiderman, a esos tebeos en los que fue poseído por un traje alienígena negro.
- La
actitud del falsificador,
o del que por ejemplo imposta la voz, una actitud
desdeñable y que se prefería al hablar particular, soy andaluz, he trabajado
siempre en Andalucía y mis equipos estaban formados en su mayoría por
andaluces, hablo en perfecto andaluz con acento sevillano, no me considero
mejor pero por supuesto no considero peor a mi manera de hablar, yo no resulto
creíble hablando con un acento neutro de Burgos, con ese tono musical de
cualquiera de los acentos gallegos o incluso hablando ese argentino porteño que
se aprende en la televisión, mi interlocutor pensaría que me estoy riendo de
él, hablo en español con acento de Sevilla y me parecen ridículos esos agentes
que impostan su forma de hablar y naturalizado el artificio terminan pareciendo
esas folclóricas con historias casi hagiográficas de años pretéritos que no
sabían hablar andaluz y querían hablar en madrileño, concluyendo que ni
hablaban en andaluz, en cualquiera de las hablas andaluzas, ni hablaban en
madrileño castizo o migrante castellano. Este tipo de actitud falsificadora es
una falta de respeto a nuestros clientes, yo soy yo y mi cliente es él, mi
cliente no quiere escuchar a otro me quiere escuchar a mí que soy la voz de su
empresa, y quiere que le informe o que le solucione, y si yo le informo o le
soluciono a mi cliente en su mismidad le va a dar igual que yo sea de Sevilla,
de Málaga o de Murcia, quedará contento y ese es el objetivo.
Volviendo a mi amigo de vulgata, es cierto, que debería mejorar sus expresiones, es cierto, que igual a todos los clientes no les gusta su forma de hablar, y es cierto, que lo va a tener muy complicado para pasar los modelos de calidad actuales en cualquier empresa, pero mi amigo de vulgata me hizo sentir acogido, parte importante no diluida en un todo y solucionó mi duda con una claridad tan meridiana que siempre hubiera contado con él para formar parte de alguno de mis equipos, porque mi amigo de vulgata tiene una ventaja sobre lo robots y los falsificadores, mi amigo era de verdad, tan de verdad que incluso pienso que esas expresiones coloquiales ayudaron a acercarnos más, por eso prefiero mil veces a un Teleoperador así antes que a otro de comportamiento insuflado por el corsé.
Y llegados aquí, ¿no deberíamos modificar nuestros ítems de calidad?, esos que dan demasiado valor a lo que no es el cliente y le quitan verdad a la conversación, ¿no deberíamos pensar que la educación no está reñida con ciertos deslices coloquiales?, ¿no deberíamos poner sólo la columna vertebral y dejar que el cuerpo sea obra del que habla?, igual es hora de replantearnos ciertas cosas.









